El proyecto “La madre que me parió” nace de la necesidad de establecer un nuevo diálogo con la historia personal y, de paso, contextualizarla dentro de una realidad social más amplia.
Me interesa la fragilidad del dibujo y la sutileza que proporcionan las veladuras. Recurro al blanco como ausencia, deconstrucción, desaparición, desvanecimiento. Aquello que se obvia. Se trata de una obra lenta, un ejercicio de comprensión.
Me interesa la ambivalencia del blanco “a la vez el más significativo símbolo de las cosas espirituales, y, sin embargo, factor intensificador de las cosas que más horrorizan a la humanidad”, como dice el antropólogo David Le Breton.
El blanco en tanto que representa pureza, ternura y, otros atributos positivos asignados tradicionalmente a lo femenino, y a la vez como representación de la ausencia e invisibilidad del ser.